+ Renuncia
largamente anunciada + Vaticano, west wing de la Iglesia
Escrito
por Carlos Ramírez
Aunque
los despachos de prensa señalaban ayer la sorpresiva renuncia de Benedetto XVI
al papado, en realidad era tema central en las conversaciones desde mediados de
abril del 2011: el Papa había dejado entrever en el 2011 que podría renunciar
al cumplir los 85 años de edad en abril del 2012.
En
todo caso, lo que ha llevado al análisis más de fondo es el contexto de la
renuncia: la crisis en la seguridad papal el año pasado cuando el mayordomo
papal filtró cartas privadas del Papa donde se revelaron luchas por el poder en
la Curia romana, amenazas de muerte contra Benedetto, deseos de abandonar la
silla gestatoria y corrupción asociada a lavado de dinero.
Si
como prefecto de Congregación para la Doctrina de la Fe había sido uno de los
más duros cancerberos del Papa Juan Pablo II y su designación como Papa en el
2005 garantizaba la continuidad de la agenda del Vaticano, en los hechos la
edad fue minando la fuerza no tanto para viajar o redactar él mismo sus
discursos sino para moverse en las intrigas del poder que domina la vida
cotidiana en el medio kilómetro cuadrado de Ciudad del vaticano y sobre todo en
las bóvedas de la Basílica de San Pedro.
El
régimen de gobierno del Vaticano es bastante complejo: su sistema de monarquía
absoluta, electa y teocrática gobierna sobre más de mil millones de personas en
todo el mundo que profesan la fe católica romana, pero con una influencia que
le permite meterse en otras naciones porque como congregación religiosa tiene
representantes religiosos en los sacerdotes en otros países que son designados
desde Roma y por ello esos sacerdotes responden a un príncipe extranjero. Así,
además de una estructura de fe, el Vaticano constituye una red internacional de
poder terrenal.
Más
que el contenido escandaloso de las revelaciones filtradas por el mayordomo del
Papa, el llamado Vatileaks exhibió las intrigas dentro de Ciudad del Vaticano y
arrolló el prestigio de importantes figuras. Una vez que el mayordomo Paolo
Gabriele fue encarcelado, Benedetto XVI se entrevistó en privado con él y luego
promovió su libertad. Algunas fuentes revelaron que había mucho más de la vida
interna en el Vaticano que podría salir a la luz y que el costo del silencio
había sido la liberación.
La
versión de la renuncia del Papa que había sido difundida en 2011 por el
periodista Antonio Socci fue desmentida en septiembre de 2011 por el entonces y
aún hoy vocero del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi; aunque dijo que los
rumores eran “infundados”, Socci se había basado en una entrevista a Peter Seewald,
para el libro Luz del mundo, en la que Benedetto XVI afirmó:
“Cuando
un Papa se da cuenta claramente que no tiene capacidad física, mental o
sicológica para llevar adelante la tarea que se le encomendó, entonces tiene
derecho, y en algunos casos el deber, de renunciar”.
La
edad es ya una situación de hecho en algunas decisiones: Juan Pablo II excluyó
de voto para elegir Papa a cardenales mayores a 80 años y los obispos deben de
pasar a retiro a los 75 años como jubilación obligatoria. Benedetto XVI asumió
el papado a los 78 años de edad.
Por
la secrecía, por el escándalo de los papeles del Vaticano revelados y por la
agenda de la crisis en la fe religiosa católica ante el avance del islamismo,
la renuncia de Benedetto XVII significa una fase de crisis en la dirección
política y religiosa del Vaticano. Los sucesores enlistados --casi una
veintena-- carecen de trabajo previo, no disfrutan de redes de poder político y
se encuentran aislados en los ánimos de los 124 cardenales que pueden votar, de
los 212 existentes.
La
agenda terrenal del Vaticano se había distendido por el fin de la guerra fría y
por el papel activo de Juan Pablo II en el desmoronamiento del régimen
comunista de Polonia y de la Unión Soviética. La revelación de documentos
privados había sido un escándalo mediático por el tono de algunas revelaciones,
pero en realidad no había cimbrado las estructuras religiosas y de poder de la
Curia romana. El carisma de Juan Pablo II y la fuerza inicial de Benedetto XVI
habían permitido una continuidad de tareas políticas y religiosas. Los
escándalos del Banco Vaticano y sus fraudes y la muerte de Juan Pablo I a
treinta y tres días de su ascenso habían sido descontados por la fuerza del
poder religioso de Roma.
La
sucesión de Benedetto XVI se moverá en tres coordenadas: la edad, los planes de
reorganización de la estructura de poder de la Curia romana y el país de origen
del próximo Papa. Juan Pablo II fue polaco y Benedetto XVI nació en Alemania y
durante siglos el Papa salía de Italia. Por lo pronto, en el entorno de
Benedetto XVI pululan cardenales con orígenes diversos: Canadá, Nueva Guinea,
Honduras, Estados Unidos e Italia.
En
la lista de una veintena de cardenales que han aparecido en algunos despachos
de prensa no destaca ninguna figura destacada porque Benedetto XVI atenuó las
luchas políticas. En este sentido, el próximo Papa saldrá de los acuerdos de
última hora que comiencen a hacerse entre los 1254 cardenales votantes, de
nueva cuenta ya sin la influencia decisiva de los italianos.
Las
designaciones de los Papas obedecen a acuerdos por objetivos: Juan XXIII
promovió la apertura de la iglesia, Paulo VI quedó atrapado en la guerra fría,
Juan Pablo I murió a los treinta y tres días de electo, Juan Pablo II fue el
papa que “llegó del frío” comunista y su tarea fue contribuir a la derrota de la
URSS y Benedetto XVI trató de continuar la tarea de control interno de la
iglesia y se consideró siempre como un Papa del interregno.
La
designación de su sucesor permitirá saber si realmente su papado fue bisagra
para un nuevo ciclo, si se cumpliría la profecía del fin de la iglesia católica
o si Roma tratará de reconstruir su fuerza moral y religiosa que salió
lastimada por los nuevos derechos sexuales en el mundo occidental. Todo
dependerá del perfil y la edad del nuevo Papa.
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