MÉXICO ¿PAÍS DE CÍNICOS?
Entre las grandes satisfacciones que da ejercer el periodismo comprometido con las mejores causas del pueblo mexicano es ver reproducido, en volantes, lo que este servidor escribe, por ahora y desde hace 18 años en el diario Síntesis. El domingo pasado, como en otras ocasiones, Plaza de la Democracia fue reproducida en cientos de hojas que fueron repartidas durante la visita que hizo al Museo de la Revolución, el precandidato a la presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador. No es la primera vez en que ciudadanos inmersos en la protesta social copian copiosamente lo referente a su causa y por eso damos las cumplidas gracias.
Pasando al título de la presente columna, el presidente de la república posiblemente piensa que el pueblo mexicano está integrado por cínicos pues el domingo pasado con motivo del 101 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, espetó lo siguiente: (el país) requiere de verdaderos demócratas que sigan defendiendo la libertad y la efectividad del voto”. No, el pueblo mexicano no olvida que por el fraude electoral llegó a la presidencia de la república. El pueblo no es cínico, no olvida que en unión de los grandes empresarios, los medios televisivos, radiofónicos, con la participación del Partido Alianza, propiedad de la maestra Elba Esther Gordillo, y de la derecha acunada en las sacristías, Calderón llegó fraudulentamente al poder. Ahora que la derecha conoce que la precandidata de Acción Nacional no tiene posibilidad alguna para llegar al poder presidencial se apresta a reproducir el viejo esquema que desde 1970 manejó. Veamos:
Los años 70 representaron un auge de las corrientes progresistas y liberadoras, tanto en el mundo como en la Iglesia Católica, el progresismo que se expresó en movimientos como el de los hippies, que impulsaban el pacifismo y la liberación sexual. Paradójicamente, bajo el gobierno de Luis Echeverría (1970-76) , al mismo tiempo que se perpetró la llamada “guerra sucia” contra la guerrilla, se dio impulso a la planificación familiar y a la educación pública, lo mismo que a la actividad sindical; por ello, y no por la represión de los movimientos sociales, el ex presidente pasó a ser una de las figuras más odiadas por parte de la derecha y la ultraderecha, al igual que su sucesor, José López Portillo (1976-82), quien decretó la nacionalización de la banca.
Algunos empresarios y ultraderechistas de la época bautizaron como la “docena trágica” (para sus ideas e intereses), esos dos sexenios, de los mandatarios a quienes incluso acusaron de llevar a México por la senda del “comunismo”. La ultraderecha mexicana radicalizó su oposición al gobierno, en contraste con la actitud de complacencia que había tenido con Díaz Ordaz, con cuyo anticomunismo se sentía identificada; en el plano nacional, surgieron nuevas organizaciones ultraderechistas como Provida, la Asociación Nacional Cívica Femenina, Ancifem, y el Dhiac, todas ellas identificadas a su vez como membretes del Yunque.
El 7 de agosto de 1975, 20 organizaciones juveniles de extrema derecha se reunieron en el Parque Nacional de los Remedios, en un acto antigobiernista que culminó con el llamado “Pacto de los Remedios”, una declaración conjunta que rechazaba la lucha de clases, el movimiento de 1968, el “estatismo socializante, al igual que el aborto y los métodos anticonceptivos. Entre las organizaciones firmantes había por lo menos dos provenientes de Puebla: el FUA y Juventud Nueva.
A principios de los 70, esta última tuvo como dirigentes a Luciano Ruiz Chávez y a Enrique José Solano Sentíes, y en 1975 la DFS mencionaba a Manuel Díaz Cid también como líder de esa organización.
El 23 de septiembre de 1971, ese y otros grupos ultras movilizaron a unas 800 personas al grito de “Cristianismo sí, comunismo no”; Luciano Ruiz, Fernando Rodríguez Concha y otros organizadores exhortaban además al público a protestar contra la “drogadicción” en México, con motivo del festival de rock de Avándaro que tuvo lugar ese año.
Desde entonces, las fuerzas conservadoras promovían una contrarrevolución política y cultural, no sólo en México, sino en el plano internacional. Su ideario incluía la condena de las drogas, que con el tiempo ha dado lugar, en nuestro país, a la llamada “guerra” de Calderón contra el “narco”, lucha que ya desde entonces se manifestaba en forma muy incipiente en episodios como el arriba mencionado.
Juventud Nueva llevó a cabo también campañas contra la “pornografía” en los programas de televisión y en las publicaciones.
Organizaron actos donde públicamente se quemaban ejemplares de esas revistas, y a principios de los 80 conmemoraban la primera visita de Juan Pablo II a México.
La década de los 70 llegaba a su fin con el arribo de Juan Pablo II al pontificado. En contraste con lo ocurrido bajo Juan XXIII y Paulo VI, el nuevo papa, de origen polaco, encarnaría el anticomunismo más furibundo a la par que una inigualable sexofobia. Pero el espacio se agota y vale la pena retornar al tema, el viernes próximo con un trabajo sobre La secta blanca, cuyo autor, José Benigno Pérez Vega*, se ha inscrito como precandidato a senador por parte del Partido del Trabajo.
Pasando al título de la presente columna, el presidente de la república posiblemente piensa que el pueblo mexicano está integrado por cínicos pues el domingo pasado con motivo del 101 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, espetó lo siguiente: (el país) requiere de verdaderos demócratas que sigan defendiendo la libertad y la efectividad del voto”. No, el pueblo mexicano no olvida que por el fraude electoral llegó a la presidencia de la república. El pueblo no es cínico, no olvida que en unión de los grandes empresarios, los medios televisivos, radiofónicos, con la participación del Partido Alianza, propiedad de la maestra Elba Esther Gordillo, y de la derecha acunada en las sacristías, Calderón llegó fraudulentamente al poder. Ahora que la derecha conoce que la precandidata de Acción Nacional no tiene posibilidad alguna para llegar al poder presidencial se apresta a reproducir el viejo esquema que desde 1970 manejó. Veamos:
Los años 70 representaron un auge de las corrientes progresistas y liberadoras, tanto en el mundo como en la Iglesia Católica, el progresismo que se expresó en movimientos como el de los hippies, que impulsaban el pacifismo y la liberación sexual. Paradójicamente, bajo el gobierno de Luis Echeverría (1970-76) , al mismo tiempo que se perpetró la llamada “guerra sucia” contra la guerrilla, se dio impulso a la planificación familiar y a la educación pública, lo mismo que a la actividad sindical; por ello, y no por la represión de los movimientos sociales, el ex presidente pasó a ser una de las figuras más odiadas por parte de la derecha y la ultraderecha, al igual que su sucesor, José López Portillo (1976-82), quien decretó la nacionalización de la banca.
Algunos empresarios y ultraderechistas de la época bautizaron como la “docena trágica” (para sus ideas e intereses), esos dos sexenios, de los mandatarios a quienes incluso acusaron de llevar a México por la senda del “comunismo”. La ultraderecha mexicana radicalizó su oposición al gobierno, en contraste con la actitud de complacencia que había tenido con Díaz Ordaz, con cuyo anticomunismo se sentía identificada; en el plano nacional, surgieron nuevas organizaciones ultraderechistas como Provida, la Asociación Nacional Cívica Femenina, Ancifem, y el Dhiac, todas ellas identificadas a su vez como membretes del Yunque.
El 7 de agosto de 1975, 20 organizaciones juveniles de extrema derecha se reunieron en el Parque Nacional de los Remedios, en un acto antigobiernista que culminó con el llamado “Pacto de los Remedios”, una declaración conjunta que rechazaba la lucha de clases, el movimiento de 1968, el “estatismo socializante, al igual que el aborto y los métodos anticonceptivos. Entre las organizaciones firmantes había por lo menos dos provenientes de Puebla: el FUA y Juventud Nueva.
A principios de los 70, esta última tuvo como dirigentes a Luciano Ruiz Chávez y a Enrique José Solano Sentíes, y en 1975 la DFS mencionaba a Manuel Díaz Cid también como líder de esa organización.
El 23 de septiembre de 1971, ese y otros grupos ultras movilizaron a unas 800 personas al grito de “Cristianismo sí, comunismo no”; Luciano Ruiz, Fernando Rodríguez Concha y otros organizadores exhortaban además al público a protestar contra la “drogadicción” en México, con motivo del festival de rock de Avándaro que tuvo lugar ese año.
Desde entonces, las fuerzas conservadoras promovían una contrarrevolución política y cultural, no sólo en México, sino en el plano internacional. Su ideario incluía la condena de las drogas, que con el tiempo ha dado lugar, en nuestro país, a la llamada “guerra” de Calderón contra el “narco”, lucha que ya desde entonces se manifestaba en forma muy incipiente en episodios como el arriba mencionado.
Juventud Nueva llevó a cabo también campañas contra la “pornografía” en los programas de televisión y en las publicaciones.
Organizaron actos donde públicamente se quemaban ejemplares de esas revistas, y a principios de los 80 conmemoraban la primera visita de Juan Pablo II a México.
La década de los 70 llegaba a su fin con el arribo de Juan Pablo II al pontificado. En contraste con lo ocurrido bajo Juan XXIII y Paulo VI, el nuevo papa, de origen polaco, encarnaría el anticomunismo más furibundo a la par que una inigualable sexofobia. Pero el espacio se agota y vale la pena retornar al tema, el viernes próximo con un trabajo sobre La secta blanca, cuyo autor, José Benigno Pérez Vega*, se ha inscrito como precandidato a senador por parte del Partido del Trabajo.
Artículo publicado en: http://www.sintesis.mx/puebla/index.php/opinion/opinion-local/1012-mexico-ipais-de-cinicos
*Las negritas son mías.
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