MILENIO PUEBLA, 14 DE MAYO DE 2012 |
MILENIO MONTERREY
Miedo a los dinosaurios
PRONÓSTICO DEL CLÍMAX
Xavier Velasco
2012-05-14 • CULTURA
Me gustaría decir que no les temo, pero es verdad que llevo la vida
entera huyéndoles. Alguna vez, cuando me preparaba para pelear contra ellos
cursando la carrera que conducía directo a sus dominios, miré en mi derredor y
descubrí que incluso mis compañeros más combativos hacían cuanto podían por
encontrar lugar en la manada, con el pretexto de que solo así sería posible
cambiar la situación y eventualmente darles batalla. Cuando advertí que más de
uno me saludaba haciendo justamente sus mismos ademanes y engolando la voz a la
manera de ellos, no supe más que huir despavorido en busca de un destino menos
espeluznante. Sé que ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero los
dinosaurios todavía me asustan.
Cierto, no soy el único. Es seguro que somos millones, y de hecho
decenas de millones, quienes tememos a los dinosaurios. Tanto así que los hemos
mistificado y aún después de vencerlos vivimos espantados por su eventual
retorno, como quien se ha curado de su enfermedad y sueña cada noche con la
recaída. Y no era para menos, si fue bajo el imperio de los dinosaurios —desde
siempre habituados a tratarnos como niños— que aprendimos a creer poco o nada
en nosotros mismos. Nada tiene de raro, por lo tanto, que ahora seamos víctimas
de un pavor entre ciego e histérico, pues ellos aprendieron a encontrar
camuflaje con esa habilidad que tienen los reptiles para mimetizarse con su
entorno. Si antes se pavoneaban por ser lo que eran, hoy ya no es tan sencillo
reconocerlos.
La desmemoria ayuda, cómo no. De hecho, es su mejor aliada. ¿Qué
tendría de extraño, por lo tanto, ver a los dinosaurios del siglo XXI
despotricando contra los del XX, armados de esas jetas de yo-no-fui que no
terminan de ocultarles la cola? Afortunadamente, el miedo deja huellas indelebles,
y es así que ahora mismo lo pienso un par de veces antes de ir adelante y
mencionar el nombre de uno de ellos, acaso el más conspicuo: Bartlett. Doy un
raudo vistazo a las candidaturas al Senado y advierto que no hay nombre que me
inspire más miedo y desconfianza. Verlo, además, abanderando a una supuesta
izquierda, me provoca una mezcla de risa y repulsión.
Cuando aquel señor Bartlett estaba en el poder, su mera sombra solía
ser motivo de aprensión, no solamente por su leyenda negra —a diario alimentada
por historias siniestras que asimismo incluían a sus guardaespaldas—, sino de
paso por esa expresión fría que no dejaba dudas en cuanto a su firmeza y
permitía fantasear en torno a una crueldad en la que uno creía a ojos cerrados.
Y ahora que Mister Bartlett, cuya estampa sería suficiente para dar cuerpo y
alma a un villano de David Lynch, se nos presenta como adalid del progreso y la
buena conciencia, me viene a la memoria un par de versos de Piedra de Sol, por
aquello de “el tigre con chistera, presidente del Club Vegetariano y la Cruz
Roja”.
Cierto que ya no son los mismos tiempos, pero he aquí que las palabras
de Octavio Paz no dejan de flotar sobre estas líneas, si a la sombra de cada
dinosaurio se asoma “el escorpión meloso y con bonete”. Por no hablar de “el
burro pedagogo, el cocodrilo metido a redentor, padre de pueblos, el Jefe, el
tiburón, el arquitecto del porvenir, el cerdo uniformado, el hijo pedilecto de
la Iglesia que se lava la negra dentadura con el agua bendita y toma clases de inglés
y democracia”. Como buen mexicano y además chilango, echo un vistazo en el
retrovisor y me da por creer que los dinos están más cerca de lo que aparentan.
Por más que intento, no consigo evitarlos. Hoy día están en todas las
conversaciones, aunque ya casi nadie les llame dinosaurios, pues como he dicho
van bien disfrazados, pero quiero pensar que no me engañan, aun si sus
redentores intentan convencerme de que un día se cayeron del caballo y se
volvieron buenos como San Pablo. Y de nada me sirve que un santón, no menos
dinosaurio, se coloque a su izquierda para hacerme creer que ya evolucionaron,
cuando lo único urgente es que se extingan.
Me van a perdonar, pero aún les tengo miedo, en especial si traen un
antifaz y se cuelgan la aureola y se dicen honestos sin que nadie pregunte y
lanzan invectivas contra los de su especie. Cuidadito con ésos, que son los más
antiguos.
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