EJE CENTRAL
Palmo
de narices para Marcelo
Estrictamente
Personal
Raymundo
Riva Palacio I 17/08/2012 ,12:01 am
La
izquierda se ha reacomodado. En Acapulco, donde se reunieron la mayoría de los
líderes nacionales, se socializó el acuerdo que forjaron hace tiempo con Andrés
Manuel López Obrador: lo acompañarán máximo hasta el 6 de septiembre, cuando el
Tribunal Electoral califique la elección presidencial. López Obrador no debe estar
sorprendido, como lo refleja la radicalización de su discurso, que apunta a una
lucha larga más allá de ese término. Pero quien no esperaba los reveses de los
nuevos alineamientos, debe ser Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno del Distrito
Federal.
Ebrard
perdió quizás la oportunidad de su vida el año pasado, al no confrontar a López
Obrador cuando lo amenazó con romper la unidad del partido si impugnaba la
elección de candidato presidencial. A una prudencia leída también como
debilidad, lo siguió una cadena de decisiones estratégicas incomprensibles. No
buscó un puesto de elección popular ni garantizar el control del PRD. Es decir,
dejó su suerte política al aire, como si la política reconociera méritos y
potencial. Dejará el cargo en diciembre y se irá a su casa. Fuera de la
política activa, ¿cómo hará para despegar su campaña por la Presidencia en
2012?
El
intento por construir esa plataforma fue aplastado esta semana, cuando los
grupos del PRD rechazaron sus imposiciones en la definición de las coordinaciones
parlamentarias. El miércoles de la semana pasada iban a ser designados los
coordinadores, pero no se pusieron de acuerdo por la insistencia de Ebrard en
imponer en el Senado a Manuel Camacho, su mentor y asesor, y en el Congreso a
José Ángel Ávila, su poco respetado ex secretario de gobierno, Los dirigentes
de Nueva Izquierda –Los Chuchos-, y de Izquierda Democrática –René Bejarano-,
dijeron no.
Ebrard
mandó a negociar a operadores incompetentes, y tuvo que sentarse a buscar
acuerdos directamente con los Jesuses, Zambrano –líder del partido- y Ortega,
con el representante de López Obrador, Alejandro Encinas, y con Bejarano.
Personas que conocen los detalles de las pláticas, afirman que Ebrard
presionaba sin escuchar razones. Ortega propuso a Alejandra Barrales, ex líder
de la Asamblea de Representantes, como una coordinadora de consenso. Ebrard
rechazó la propuesta.
Los
Chuchos, que fueron el grupo que más posiciones ganó en la última elección,
dijeron que el partido y el Congreso era para ellos. Bejarano, quien obtuvo el
segundo número de posiciones, reclamó la coordinación en San Lázaro al aducir
que equiparaba en diputados a Nueva Izquierda. Ebrard se concentró en el
Senado. Camacho, inteligentemente, reculó y ni siquiera se registró como aspirante
a la coordinación. Ebrard volvió a la carga. “Mario Delgado”, puso sobre la
mesa. “¿Es una broma, verdad?”, respondió Ortega. “No”, atajó el jefe de
gobierno. Ortega propuso otras dos veces a Barrales, pero Ebrard la descartó.
Los
Chuchos, algo exasperados por la postura de Ebrard, se pusieron a hacer sus
cuentas. Bejarano hizo lo mismo. Ellos eran los que tienen la fuerza real
dentro del partido; Ebrard no tiene nada. Lo hicieron a un lado, de acuerdo con
los detalles de las negociaciones, y lo anularon. Acordaron la coordinación en
el Congreso para Silvano Aureoles, un golpe simbólico -por lo personal- contra
Ebrard, por sus diferendos de estómago. Aureoles pertenece a Foro Sol, que
encabeza la ex gobernadora de Zacatecas Amalia García, distanciada de Ebrard,
pero cercana a Los Chuchos. En la vicecoordinación quedó Miguel Alonso Raya,
quien era el candidato de Nueva Izquierda, pero enfrentaba mucha oposición
interna. La vicepresidencia de la Mesa Directiva fue para Aleida Alavez,
incondicional de Bejarano, cuyo grupo mantiene la secretaría general PRD. En el
Senado, Los Chuchos y Bejarano acordaron que sería para Miguel Barbosa, de
Nueva Izquierda.
Ebrard
se quedó con un palmo de narices. Jugó con todas sus armas, pero sin
municiones. La derrota lo dejó sin plataforma, recursos ni posibilidades de
futuros apoyos. Se sobrevaloró en una mesa donde lo que cuentan son los
resultados electorales, no los burocráticos. Su capacidad de persuasión se
agota proporcionalmente a su cargo. En diciembre se queda sin nada, que será su
punto de partida para el largo camino al 2018, un horizonte que no tiene luces
y que en las condiciones actuales, sólo parece que lo llevará a la nada.
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