Miércoles 10 de julio de 2013 |
LA
JORNADA
Miércoles 10 de julio de 2013
Atractivos
del pentecostalismo
Carlos Martínez
García
De las distintas
expresiones del cristianismo el pentecostalismo es la que más crece. En las
últimas décadas los pentecostales se han multiplicado por todo el mundo, hasta
llegar a ser la mayoría dentro del abanico protestante/evangélico. En el
espacio del catolicismo romano los carismáticos son su parte más dinámica, y
tienen cierto paralelismo con los pentecostales.
Siempre hubo
manifestaciones pentecostales en la historia de las iglesias cristianas. Estas
expresiones extáticas acompañadas de hablar en lenguas desconocidas por el
emisor(a), pero reconocidas por algunos de los oyentes como su idioma (caso
narrado en el Nuevo Testamento, en Hechos, capítulo 2) tuvieron sus altibajos
en el seno del cristianismo, pero nunca fueron extirpadas del todo, como lo intentaron
distintos liderazgos eclesiásticos.
A lo largo del
siglo XIX, sobre todo en Estados Unidos aunque no exclusivamente, las
manifestaciones pentecostales (un creciente y desatado emocionalismo) tienen
lugar en diversos lugares donde se reunían promotores y congregantes de los
llamados avivamientos. No fueron pocas las ocasiones en las cuales los
dirigentes eclesiásticos protestantes, y la gran mayoría de los teólogos del
mainstream evangélico descalificaron ese emocionalismo y lo consideraron contrario
a la sana doctrina y el decoro que debía guardarse en los templos.
La remergencia del
pentecostalismo y su inicial globalización acontecen en los márgenes de la
sociedad estadunidense. En 1906, en Los Ángeles, California, bajo el liderazgo
de un pastor afroestadunidense (William J. Seymour), un grupo multirracial, en
el que participaron mexicanos, llama la atención de la prensa por el desbordado
entusiasmo de sus reuniones y hace del conocimiento de los lectores lo que
estaba sucediendo en un desvencijado local de la calle Azusa número 312. Además
el propio grupo difunde en su órgano informativo ( The Apostolic Faith) de
manera muy eficaz sus creencias y visión misionera.
Actualmente,
sostienen Allan Anderson y Michael Bergunder, de los mayores expertos mundiales
en el pentecostalismo, hay unos 500 millones de pentecostales en el orbe. En el
libro compilado por Anderson y Bergunder junto con otros dos autores ( Studying
global pentecostalism: theories and methods, University of California Press,
2010), los investigadores sostienen que el pentecostalismo ha reconfigurado el
rostro del cristianismo, también ha desarrollado un rico y variado repertorio
de doctrinas, rituales, estrategias y organizaciones que hace difícil la
generalización del fenómeno.
El pentecostalismo
es complejo y muy variado. No obstante, resalto tres notas del mismo que me
parece lo hacen atractivo a millones de personas. En primer lugar ofrece una
permanente experiencia emocional, que lo mismo se expresa en grandes reuniones,
a las que asisten millares de personas, que dentro de reuniones en pequeños
templos y hogares de los congregantes. En el pentecostalismo se canta y danza
intensamente, así llena en sus integrantes un déficit de éxtasis. Dicho déficit
es resultado de una vida de penurias emocionales. Mientras la existencia
cotidiana deja un cúmulo de tristezas insoportables, en las comunidades
pentecostales se transmite inmensa alegría. No elogio ni desapruebo que así
suceda, solamente describo algo de lo observado en mis propias investigaciones.
El pentecostalismo
también provee un sentido de bienvenida y comunidad a quienes han sido
rechazados y/o marginados por los poderes político, económico, racial y
cultural de la sociedad. El ser reconocido y valorado tiene fuerte impacto en
los desheredados de la tierra. El reconocimiento implica una redignificación de
quienes mayormente han encontrado ninguneo por todas partes. El peruano Darío
López, científico social y pastor pentecostal, lo ha expresado bien al escribir
que en iglesias como la suya (situada en un barrio popular de Lima) los
feligreses dejan de ser cualquierita y pasan a ser personas con nombre y
cualidades reconocidas por la comunidad ( Pentecostalismo y transformación
social, Kairós Ediciones, 2000).
El pentecostalismo
ha sido una puerta de salida para infinidad de personas con adicciones a las
drogas y/o las bebidas embriagantes. En las narraciones de conversiones resulta
común encontrar relatos de quienes se libraron de las drogas o el alcohol
mediante su incorporación a una iglesia de corte pentecostal. Esa liberación no
es siempre lineal y ascendente. En ocasiones implica tropiezos y recaídas muy
dolorosas. Entre los recuperados y recuperadas de adicciones como las
mencionadas han salido líderes, hombres y mujeres, que son pastores y encabezan
grupos orientados a comunicar su experiencia entre la población con problemas
de drogodependencia.
Las tres notas
distintivas que hemos descrito por supuesto que no son las únicas que hacen
atractivo al pentecostalismo para los miles que diariamente se suman a sus
filas globalmente. Hay otras características no referidas aquí porque
requerirían mayor espacio del que disponemos, por ejemplo su adaptabilidad a
muy distintos contextos culturales (hecho al que Allan Anderson y otros han
dedicado documentadas investigaciones).
Nos guste o no, el
pentecostalismo sigue cautivando a hombres y mujeres que hallan respuestas a
sus necesidades en ese movimiento. Más que descalificar los elementos que le
hacen atractivo por considerarlo peligroso para el statu quo religioso
predominante, como desde distintas ópticas se afirma, me parece que es más
necesario tratar de entender el fenómeno y las formas en que responden al mismo
un creciente número de personas.
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