El PRI poblano, ensayo de
constructo.
OPINIÓN Raymundo García
García
2012-02-17 • POLÍTICA
En colaboraciones anteriores
he comentado que en Puebla desde la década de los años setenta, como resultado
de la crisis política de principios de la misma; se forjó un PRI muy
particular, que retomó la línea localista propia del avilacamachismo; priísmo poblano
que se estabilizaría en la persona del gobernador Toxqui. Sin olvidar que el
Senador Melquíades Morales Flores se desempeñaba como presidente de la Gran
Comisión estatal siendo actor en la estabilización del sistema político poblano
que a casi cuatro décadas a través de Fernando Morales, muestra habilidad para
poseer de una vez más el control del PRI.
Fernando Morales dice “que
su ascenso a la presidencia del CDE tricolor no se debe al gobernador, quien
milita en otro partido” y es cierto, Posiblemente llega como consecuencia de la
etapa de construcción de una dirección negociada y llena de mixtura ante un PRI
sin cabeza por el natural proceso de pérdida de la gubernatura. La hegemonía
tricolor se rompió con la gubernatura de Manuel Bartlett, la pugna del
melquiadismo por la candidatura a la gubernatura con José Luis Flores, abrió
los dos frentes, que después de sexenio marinista y las condiciones
particulares, abrieron el camino para el arribo de un gobierno alternativo,
fenómeno que se ha agudizado. El bartlismo, no sólo institucionalizó una
división del PRI poblano, que el marinismo no pudo o no quizá cancelar; sino
que ahora el mismo bartlismo impulsa un transfuguismo selecto, provocando la
muestras de las ambiciones personales jamás inimaginables que obligaron a los
operadores de la campaña presidencial a moldear un constructo concentrador de
poderes a fin de mantener la competitividad electoral ahora que la izquierda
unida regresa al PAN su fuerza electoral real.
Se han detenido las
disidencias y amenazas: quien amenazó renunciar al segundo lugar de la fórmula
al senado le aceptaron su amenaza y ahora va a ser diputado plurinominal;
quienes iban al TEPJF fueron convidados, uno a dirigir el CDE y el otro, a
coordinar la campaña presidencial, las candidaturas a las diputaciones cierran
las negociaciones. Como vemos se ha construido un particular reparto de poderes
encaminados a hacer del PRI una real fuerza opositora y para ello, se deja la
dirección en manos de una corriente totalmente institucional el moralismo claro
de Melquíades Morales Flores. Si el constructo resulta eficiente para la
competencia electoral, pronto veremos al PRI como un partido de oposición leal,
de confrontación abierta contra del PAN y de las izquierdas en todos los
frentes: interpretación de políticas públicas, opinión pública, arena
legislativa.
Que ante la llegada de una
gobierno estatal de alternancia, en Puebla se reprodujo el fenómeno de la
desaparición del centro político de decisión natural priísta en la entidad, que
no era otra más que el Gobernador, ante este panorama y después de una
importante lucha librada entre el PRI marinista y el PRI melquiadista, más la
agregación de otras tribus con poder político reconocido, pareciera que se ha
generado una reconstrucción ad hoc, con fuerte grado de pragmatismo para
enfrentar las elecciones presidenciales con niveles de alta competencia. Al
final de cuentas las elecciones es un ejercicio civilizado de guerra, de lucha
por el poder político. Y a diferencia de las elecciones presidenciales del año
2006, en donde el eje de poder priísta – el gobernador- enfrentaba un proceso
político de ilegitimidad, que supuestamente lo llevó a negociar con los
candidatos presidenciales opositores, y cuyo rastro se puede observar en los
resultados de las elecciones presidenciales con una votación histórica para la
coalición de las izquierdas y un colapso para el candidato del PRI, fenómeno
que aprovechó el candidato presidencial del PAN para que se impusiera junto con
el triunfo de los senadores de mayoría y doce diputaciones también de mayoría;
ahora, la operación peñista para Puebla, pareciera que marca un escenario
diametralmente diferente para este 2012.
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