REVISTA PROCESO N° 1846 |
El Despertar
Manuel Bartlett
José Agustín Ortiz Pinchetti
Yo no tenía simpatía por Manuel Bartlett. Como secretario de
Gobernación me pareció un hombre de poder, duro y autoritario. Somos de la
misma generación y teníamos vivencias, convicciones y amigos en común, pero él
había escalado con gran tesón y éxito en el sistema y yo tenía un repudio
cordial contra ese aparato. Consideraba que impedía la modernización del país.
Estuve con centenares en la antesala de Bartlett el célebre 6 de julio de 1988.
Fue el día en que se cayó el sistema. Se cayó o se calló el sistema. Observé a
Bartlett sereno, rígido, presidiendo la comisión electoral y junto con Jaime
González Graf me di cuenta que hubo un grupo de operadores ajenos a la
Secretaría de Gobernación impuestos por Salinas, el candidato priísta, y
autorizados seguramente por De la Madrid. La caída o callada del sistema no fue
obra de Bartlett, sino de Salinas y de sus operadores. Esto ha sido constatado
por todos los actores que estuvieron cerca del proceso e investigado a fondo
por Martha Anaya, quien en su libro 1988: El año en que cayó el sistema,
alcanza una versión definitiva.
Hoy no sólo soy amigo de Manuel Bartlett, lo respeto y lo admiro. Por
supuesto que somos aliados, es candidato del Movimiento Progresista y uno de
los defensores más decididos de AMLO. Considero que va a sacudir el árbol
semipodrido del PRI en Puebla, que puede ganar y arrastrar un gran número de
votos en favor de nuestra causa. Pero además creo que debe ser respetado por
todos aquellos que estamos en favor de un verdadero cambio.
Creo que Bartlett es progresista, es decir, es un hombre que desde
hace muchos años, adentro y afuera del PRI, ha sostenido como principio la
necesidad de que se reduzca la desigualdad social entre los mexicanos, que es nuestra
peor característica. Es un hecho que desde hace diez años comparte en forma
pública las principales causas de la izquierda. También es cierto que fue un
excelente gobernador de Puebla, que trasformó la ciudad y la entidad, y que se
destacó por su preocupación por fortalecer la posición de los más pobres en el
estado.
Admiro a Bartlett por su vocación política, por su enjundia. He visto
cómo organiza su precampaña en Puebla y cómo visita incansablemente todos los
medios, todas las regiones, una por una las cabeceras de distrito, las
principales poblaciones. En jornadas exhaustivas que agotarían a un hombre de
30 años, pero que dejan fresco a Bartlett, de 76. El punto de coincidencia más
alto que tengo con él está en su patriotismo. Su amor y lealtad a México, sin
alardes ni exhibicionismos, lo distingue radicalmente de la pandilla de
entreguistas que controlan al PRI de hoy.
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